El Liverpool volvió a fallar una vez más. En esta ocasión, sólo sacó un empate en Anfield ante un Sunderland que fue por delante en el marcador hasta que una gran jugada de Torres puso en bandeja el gol del empate a Gerrard. Los reds reaccionaron, pero no fue suficiente para salir de una crisis que tiene al conjunto red con tan sólo 6 puntos en la clasificación.
Parecía que el Liverpool iba a poder olvidar su pesadilla particular de este comienzo de temporada, con tan sólo cinco puntos en el campeonato liguero y eliminado de la Curling Cup. Sin embargo, pronto llegaron los errores infantiles de un conjunto que ha perdido toda la madurez de la era Benítez. Poulsen sacó sus manos a pasear dentro del área y provocó un penalti absurdo que se encargaría de transformar un Darren Bent en racha.
Los de Hodgson perdieron el rumbo y el Sunderland se hizo dueño y señor del centro del campo. Un inspirado Welbeck volvió loco al sistema defensivo de Hodgson, empeñado en jugar con un solo punta. En la segunda parte, más de lo mismo hasta que llegó el segundo tanto de Bent tras un gran cabezazo. Los murmullos comenzaban a sonar en Anfield y Hodgson se vio obligado a introducir a Ngog por Poulsen.
Esa sustitución cambiaría el partido. De la desesperación de dos entradas durísimas de Fernando Torres y un codazo de Gerrard, llegó el juego por bandas y el fútbol directo que toda la vida ha gustado en Anfield. En una de esas, una gran jugada del Niño por la banda derecha y un centro medido a la cabeza de Gerrard puso el empate en el marcador.
Fórmula mágica
Se respiraba el ambiente de las míticas remontadas. El Sunderland vio las orejas al lobo y se echó hacia atrás ante el empuje de un Liverpool que, pese a que no consiguió sumar los tres puntos, encontró la fórmula mágica para el futuro. Ahora es cuestión de que Hodgson la ponga en práctica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario